Samaná, en República Dominicana
En el nordeste de República Dominicana se visualiza un pequeño espacio llamado la Bahía de Samaná. Uno de los lugares históricamente más controversiales de la isla por su singular belleza y estratégica ubicación. Ulises Heraux, Pedro Santana y Buenaventura Baéz intentaron vender este preciado territorio a España y Estados Unidos en diferentes momentos del siglo XIX.
Pero, para la gracia del pueblo, estas negociaciones no llegaron a buenos términos y hoy en día esta es una de las zonas de mayor desarrollo turístico y comercial del país, después de la zona este. En este especial lugar se esconde entre la playa y las montañas un pequeño paraíso terrenal, Cayo Levantado.
Selección de hoteles en la Penísula de Samaná
La historia de este espacio es tan mística como el cayo en sí. El primer contacto de Cristóbal Colón y su equipo de navegantes con esta parte de la isla fue el 12 de enero de 1493. Apenas tres meses después del descubrimiento de América. Llegaron a esta parte de la isla y el encuentro se convirtió en una pequeña batalla con los indígenas de la zona, lo que evitó que exploraran más a fondo.
En el año 1746 el Gobernador Francisco Rubio y Peñaranda fundó oficialmente el lugar, y ahí empieza el desarrollo comercial de esta parte de la isla. Unos años más tarde este mismo lugar fue el punto de encuentro para que los hombres enviados por Napoleón Bonaparte entraran a la isla para subordinarla ante el dominio Francés.
Años más tarde el presidente Boyer invitó a negros ex esclavos a vivir y trabajar el área de Samaná durante la invasión haitiana. Después de 12 años viviendo y procreando en el país, la delegación fue desapareciendo. Muchos no soportaron el clima tropical o no supieron adaptarse a los oficios del campo. Sin embargo, esto formó en Samaná una comunidad refinada y de habla inglesa haciéndola una parte interesante de la isla. Hoy en día muchos de los apellidos como Kelly, Johnson y King de esta delegación de ex esclavos sobreviven en la zona.
En medio de todos estos mitos y leyendas se oculta uno de los rincones más paradisiacos de la isla. Cayo Levantado (llamado por algunos “Isla Bacardi” por un tiempo) es un pequeño islote ubicado en la misma Bahía de Samaná al que se puede acceder vía acuática.
Es un lugar para estar en puro contacto con la naturaleza. Sus playas tienen al frente las grandes montañas y del otro lado el vasto océano atlántico, en el que en algunas ocasiones del año se pueden visualizar las enormes ballenas jorobadas que vienen de Alaska a esta parte de la isla.
Cayo Levantado además de contar con dos playas para el disfrute de sus visitantes tiene también un hotel con diversos paquetes de hospedaje. La isla posee un poco más de 1 kilómetro de extensión y su vegetación es típica de la zona, un bosque húmedo.
Otros hoteles están disponibles en el pueblo de Samaná y desde allí organizan varios transportes para visitar la isla de Cayo Levantado.
Otro aspecto importante de Samaná y sus alrededores es que por su excelente ubicación es un pueblo de pescadores natos, dónde se pueden encontrar los mejores y más frescos restaurantes de mariscos del país. Un manjar incomparable, con vistas que le pueden robar el aliento al más incrédulo.
Con la construcción de una autopista el acceso al pueblo no es complicado ni lejano. De hecho, de Santo Domingo, la ciudad capital, se puede llegar a Samaná en un promedio de dos horas, lo que facilita la logística de visitar por uno o dos días el lugar y regresar a la ciudad para seguir disfrutando de sus varios atributos.
Samaná es una superviviente. Se engrandece con su historia, sus paisajes y su hospitalidad. Las palabras se quedan cortas a la hora de describir este pedacito de cielo en la República Dominicana. Y es sin lugar a dudas uno de los lugares preferidos de los turistas y locales que lo visitan. Para tener un espacio de paz, belleza y recogimiento Cayo Levantado es la mejor opción. Y los amantes del pescado y los mariscos no pueden dejar de probar los deliciosos platos que se preparan en la zona directamente del mar al paladar de los comensales.