Pintores Dominicanos
Una de las múltiples maneras de conocer un pueblo y su historia es sin duda a través de su arte. La música, escultura, fotografía, pintura y demás facetas artísticas hablan de lo que un país ha recorrido y de lo que le resta por recorrer. Con estos elementos se cuenta una historia de alegrías y triunfos, de tristezas y derrotas. Es en el arte que nace la representación más sublime de cualquier nación.
De todas las ramas de las artes plásticas es la pintura la que mayor repunte ha tenido en República Dominicana con una larga lista de exponentes que han aportado su ingenio y creatividad para que esta disciplina tenga reconocimiento internacional.
Se podría decir que los inicios de la pintura se encuentran en los dibujos encontrados en las cuevas dónde habitan los indígenas de la isla. Sin embargo, no es hasta el importante siglo XIX dónde ésta adquiere relevancia, y se puede considerar como “dominicana” gracias a la independencia nacional de la ocupación Haitiana.
Es durante este siglo, específicamente en su segunda mitad, que se empiezan a notar grandes influencias en las piezas de los pintores dominicanos de corrientes extranjeras como el impresionismo, el post impresionismo, el costumbrismo y el art nouveau. Al mismo tiempo gracias al impulso de estas tendencias varios exponentes empiezan a formarse su propia identidad.
Los primeros pintores dominicanos en destacarse fueron Abelardo Rodríguez Urdaneta quién además se preocupó por la formación de jóvenes que pudieran seguir desarrollando esta rama del arte. También se destaca Leopoldo Navarro, fiel representante del estilo costumbrista.
Igualmente, Enrique García Godoy aporta su arte a este período. Celeste Woss Gil es otra pintora que deja su legado en la historia del arte. En el año 1924 se convierte en la primera mujer en presentar una exposición individual de sus obras. Su trabajo también fue vital en el proceso de acercar a los dominicanos a la contemplación y verdadera apreciación de la anatomía criolla.
Es en el siglo XX que la pintura dominicana finalmente encuentra su real identidad con pintores como Jaime Colson y Darío Suro. Ambos exploraron la naturaleza del dominicano y abordaron temas raciales, geográficos e históricos, conceptualizando finalmente lo que se podía llamar una corriente autóctona de este arte. Colson, nacido en Puerto Plata en 1901, se forma en las ciudades de Madrid y Barcelona de la mano de figuras importantes como Rafael Barradas, Salvador Dalí, Maruja Mallo y Fernando Briones.
Luego se traslada a París y conoce a Picasso, Griss, Braque y Leger. Visita México y establece contacto con Orozco y Diego Rivera. Luego de vivir en el exterior por varios años regresa a la isla. Su trabajo es una mezcla armónica del cubismo, surrealismos, simbolismo, expresionismo y neoclasicismo, un resumen de técnicas y vivencias acumuladas durante su vida y que permearon en su forma de ver el mundo.
Se podría decir que Colson es uno de los pintores dominicanos de mayor importancia y cuyo catálogo artístico es bastante extenso. Su obra dio paso a los demás pintores de este siglo, que directa o indirectamente fueron influenciados por él.
Ya en la pintura moderna de finales del siglo XX y principios del siglo XXI, la realidad era otra y mucho mejor para esta rama de las artes plásticas. Los exponentes eran más prolíferos y contaban con mayores escenarios para exponer su trabajo. También el surgimiento de escuelas públicas y privadas especializadas en el arte permitió el desarrollo de una generación formada en las técnicas, historia y requerimientos de la pintura.
Dentro de esta última etapa resaltan un sinnúmero de pintores. Cada uno con su estilo, tema y técnica aportó a la pintura su sello personal que permeó en la sociedad y dejó su marca en la historia. Entre los más relevantes están: Guillo Pérez, Cándido Bidó, Elsa Núñez, Ramón Oviedo, Amable Sterling, Fernando Ureña Rib, Alberto Ulloa y Dionisio Blanco, entre otros.
Puede llamarse breve a la historia de la pintura dominicana, pero también se le deberá llamar prodigiosa. Cada uno de sus participantes le brinda a quién se expone a sus obras un vistazo a un pueblo que ha luchado, a un pueblo alegre, a un pueblo lleno de vida. Entre colores y líneas se cuenta la historia de un país en el mundo situado en el mismo trayecto del sol, República Dominicana.